Gente corriendo. Hombros que se chocan. Orejas tapadas con todo tipo de auriculares de mil colores y formas. Muchas manos con vasos de la famosa cadena de café. Bocinas. Insultos.
Sin dudas esto es lo que la mayoría vemos y escuchamos todos los días en capital. Particularmente, en el camino rutinario a la oficina, me veo envuelto en ese enjambre y solo quiero, como casi todos, llegar.
Pero hoy todo cambió. Cada vez que, por distintas circunstancias, me encuentro en lugares que no suelo frecuentar, tengo la costumbre de "desenchufarme". Apago el iPod, y si no estoy apurado, camino tranquilo, con los ojos bien abiertos y los oídos atentos. Dejo que esta genial ciudad me sorprenda. La gente y todo su mundo. Actitudes, gestos y vestimenta. Todo se vuelve interesante. Pero más aún disfruto la arquitectura. Buenos Aires está llena de edificios antiguos, y sus fachadas y detalles son espectaculares (Tip: miren los edificios un poco más arriba de lo normal. Van a descubrir muchas cosas).
Hoy, caminar por la Avenida Pueyrredon, fue lo que disfruté de vivir en Buenos Aires.
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